La misericordia de Dios es
infinita, ¡es desde la eternidad y hasta la eternidad! ¡Su Amor, misericordia,
perdón y Salvación no se agotan jamás! Nunca nos deja de amar, sin importar lo
que hagamos. Jamás nos rechaza ni nos retira Su Amor. Siempre tiene esperanza
en nosotros por mucho que nos descarriemos.
Aun a pesar de nuestros pecados, defectos,
faltas y fechorías, cualquiera que sea su gravedad, la sangre de Jesús cubre
todos nuestros pecados: los pasados, los presentes y los futuros. Si dejamos de
lado nuestro pecado y nos volvemos al Señor, nuestro Dios será amplio en
perdonar (Isa.55:7). "Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados" (1Juan 1:9). ¡No importa qué hayamos
hecho! El único "pecado imperdonable" es no tener fe en Jesús, o sea,
rechazarlo como Salvador.
Pero la mayoría de la gente no sufre a causa
del pecado imperdonable, sino más bien a raíz de pecados perdonables de los que
no se arrepiente y por los cuales no pide perdón.
¡Tenemos un Dios lo bastante grande como para
perdonar, no sólo nuestros errores, sino también nuestros pecados! Siempre lo
ha hecho, lo hace ahora, y siempre lo hará, ¡por los siglos de los siglos!
¡Como un torrente, como un río, a pesar de todo, Su Amor y misericordia nunca
dejan de manar!
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