Translate

viernes, 15 de marzo de 2013

A MI REY (lectura 2)



Te adoro, Jesús. Necesito Tu amor. Tiene un valor indecible para mí. Gracias por el maravilloso Espíritu que constituye Tu esencia, que nos abriga y nos proporciona esa cálida sensación de pertenencia, de que somos necesarios, de que somos parte de algo grande, parte de una existencia fascinante, parte de la vida. Por ello, te doy gracias. Gracias por la hermosa vida que nos has confiado y concedido. ¡Gracias! ¡Te amo y te ensalzo!

¡Tememos al Señor porque sabemos que dependemos de El para todo!



Hay oportunidades en que el diablo nos tienta a enaltecernos y envanecernos, particularmente si acepta­mos las alabanzas de los hombres y nos olvidamos de que el Señor es el único que puede lograr las cosas. ¡Debe­mos recordarnos constantemente que el Señor es quien lo hace todo y que sin El ni somos nada, ni podemos hacer nada! ¡Y si lo olvidamos, Dios nos lo recordará!
             Si lo necesitamos, el Señor puede llegar a utilizar métodos bastante ásperos para bajarnos los humos y hacernos más humildes; ¡nos ajusta las clavijas y nos pone en apuros para que recordemos que dependemos de El total e incuestionablemente! "¡Muchas son las aflicciones del justo!" (Sal. 34:19) ¡Por eso nos mantenemos tan justos, por nuestras muchas aflicciones! ¡Nos mantienen orando, nos mantienen alerta, nos mantienen luchando y muy junto al Señor, sabiendo que tenemos que confiar en El para todo lo que hagamos!
             ¡Pensemos en algunos de los más grandes hombres de la Biblia! ¡En Moisés! ¡En el rey David! ¡En José! Todos eran hombres. Hombres de fe, sí, pero todos tenían pies de barro y todos tuvieron errores. ¡Todos ellos se convirtieron en figuras ejemplares; no por su propia grandeza, sino por su absoluta sumisión al Señor!

jueves, 14 de marzo de 2013

¡No des lugar al diablo! (Ef.4:27)



¿Es posible que un cristiano llegue a estar inspirado por el diablo? ¡Sí; si no ora antes de actuar! El diablo nos acecha permanentemente, a cada uno de nosotros, y nos pone ideas en la cabeza para que nos desviemos. Se vale de toda clase de artimañas para hacernos transigir. ¡Si logra retener una mínima parte de tu vida, de tu mente, de tu corazón o de tu servicio al Señor, habrá logrado una victoria parcial sobre ti! Es imposible evitar que el diablo nos hable; es imposible no oírle; ¡pero es posible no hacer lo que él dice!
             ¡Solo hay una manera de evitar las influencias del espíritu negativo, y es permanecer muy junto al Señor y muy lleno de Su Palabra! ¡Llena tu vida de amor y no quedará lugar para las mentiras del diablo! Hombre prevenido vale por dos. ¡No te expongas a sus ataques! ¡Ten presente que el diablo se mantiene activo y no dejes de luchar! ¡Lánzate al ataque con resolución y resiste al enemigo, y la Palabra de Dios dice que huirá de ti! (Stgo. 4:7)
             ¡Cuidemos de mantener siempre el corazón y la mente en el Señor y en Su Palabra para no pensar en el mal ni en nada malo! "Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera!" (Isa. 26:3)

miércoles, 6 de marzo de 2013

A mi Rey (lectura 1)



Cuánto deseo estar contigo, Jesús, en Tu presencia, en Tu salón, mi gran Rey. Gracias por hacernos ver que para entrar por las puertas de Tus atrios tenemos que tocar las campanas, los carillones celestiales, mediante nuestras alabanzas. Cuando te damos gracias por Tu bondad, por Tu amor, por todo lo que haces, suenan las campanas. Cuanto más te damos gracias, más repican y emiten sonidos armoniosos, informando a los guardas que alguien está a las puertas del Cielo y solicita pasar. Estas alabanzas celestiales nos permiten la entrada.
Cuando te alabamos, somos conducidos a Tus atrios. En la alabanza está la contraseña que nos permite pasar a Tus majestuosos salones y acercarnos a Tu presencia. A través de la alabanza podemos entrar en Tus atrios de alegría.
Entramos a Tus atrios con alabanza y te amamos de todo corazón. Ahí te adoramos, te alabamos, te cantamos y alzamos los brazos a Ti. ¡Qué triunfos, qué protección, qué amor, qué paz y qué fuerzas nos proporcionan nuestras alabanzas a Ti! Y ¡cómo te gustan! Te satisfacen y te hacen sentir alegría, amor y felicidad. ¡Cuánto las agradeces! Y ¡cómo las necesitamos nosotros para acercarnos a Ti!
¡Cuánta falta nos hace entrar por Tus puertas, estar en Tus atrios, en Tu presencia, para amarte y llenarnos de Tu amor!